sábado, 1 de diciembre de 2012

ENDIABLADO ANTIFUJIMORISMO, GANANCIA TERRORISTA



Escribe:
Gerardo Alcántara Salazar
Doctor de la Universidad de Buenos Aires
Catedrático de la Facultad de Derecho y Ciencia Política de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos


A fines de la década de 1980, en la campaña electoral para cubrir la plaza de presidente de la República del Perú, como si la noche lo expulsara desde sus entrañas hasta a un gran plano general de la escena política, un ser en apariencia anodino, conduciendo un viejo tractor, fue delineando su figura como ayudado por un mágico zoom, y más allá de toda conjetura terminó ganando las elecciones a una celebridad de la literatura universal, nada menos que al escritor Mario Vargas Llosa, Premio Nobel de Literatura del 2010 y  pocos años después, en la misma década de 1990,  a Javier Pérez de Cuellar, ex Secretario General de las Naciones Unidas, convirtiéndose en paradigma de múltiples sujetos audaces que creen que alcanzar la presidencia del país es lo mismo que comprar el número premiado de la lotería.
           
            Saltó a la presidencia del Perú, cuando en el país centelleaba la más extraña danza satánica: precios que subían minuto a minuto y sueldos que se precipitaban al abismo sin fondo, por una hiperinflación desbocada e incontrolable. Perú había sido declarado “inelegible” por los organismos calificadores de riesgo, con una deuda internacional impagable, balanza comercial negativa, cuentas del estado en rojo, contrabando sobredimensionado, precios prohibitivos con mercado cautivo en beneficio de empresarios a quienes había que comprarles productos de pésima calidad y altos precios por capricho del gobierno. Las empresas públicas, convertidas en chatarra ─tras décadas sin innovación tecnológica y personal en volumen sobredimensionado─  vomitaban quiebras por miles de millones de dólares. Los partidos políticos estaban en bancarrota, los poderes del estado con valor deteriorado. La economía era truculenta con los dólares MUC y el control de precios alimentaba un insaciable mercado negro.

Perú era el perfecto paraíso para criminales que se autoproclamaban  salvadores del pueblo y se atribuían el derecho de matar y poner dinamita en la boca del cadáver para hacerlo volar en miríadas de partículas, como hicieron con María Elena Moyano, una lideresa del populoso distrito Villa Salvador, levantado en un arenal desértico, con sangre, sudor y lágrimas. Nunca el terrorismo tuvo mejor caldo de cultivo. Las bandas terroristas se multiplican en la miseria, pululan en la miseria y reclaman miseria, porque odian el bienestar ajeno y se regodean en la indigencia de los demás, realimentándola y boicoteando cualquier obra pública, bombardeando torres eléctricas,  paralizando fábricas y pequeños negocios, sembrando tinieblas, dinamitando carreteras, asesinando líderes campesinos que se niegan a seguirlos y secuestraban niños para convertirlos en genocidas.

            Ese era el escenario, cuando en 1990  Fujimori entró a gobernar. En 1992 el Coronel PNP Benedicto Jiménez y el general Ketín Vidal le entregaron como presente al autodenominado Presidente Gonzalo y la cúpula de Sendero Luminoso, capturado en base a inteligencia y en estricto cumplimiento de las normas legales.

 Para fines de 1999, las acciones terroristas, sus asesinatos, casi habían desaparecido por completo. Pero el Grupo militar de aniquilamiento conocido como “Grupo Colina” cometió delitos de lesa humanidad contra nueve estudiantes y un catedrático de La Cantuta y quince personas de los Barrios Altos, entre adultos y niños, especulando que ellos habrían incendiado el edificio multifamiliar del jirón Tarata de Miraflores. Por eso Fujimori, considerado “autor mediato”, está preso.

La lucha contra el terrorismo, dio lugar para que se repita, sin tregua,  de manera ininterrumpida, como leit motiv,  que Fujimori no ha hecho otra cosa y de modo exclusivo, que violar los derechos humanos, fomentando ─en contraste─ la idea de que los terroristas son querubines justicieros, vilmente derrotados, logrando convertirlos en víctimas.

Y esta historia ya tiene más de veinte años, confundiendo a los organismos internacionales y por poco al Premio Nobel de la Paz Adolfo Pérez Esquivel y sobre todo a los jóvenes peruanos.

Se viene satanizado tanto el combate al terrorismo, dando lugar, a que ahora, los héroes de Chavín de Huantar, se encuentren al borde de una cárcel perpetua, luego de que en una operación ejemplar, admirada en el mundo, salvaran la vida de setenta y dos prisioneros del MRTA.

ONGs financiadas con millonarias respaldos extranjeros defienden a ultranza los derechos humanos de los terroristas, jamás de los policías ametrallados, por el sólo hecho de ser policías, ni de las decenas de miles de indefensos campesinos, como tampoco de los ancianos y niños que volaron en fragmentos al pasar junto a una estación de gasolina que los terroristas dinamitaban, diciendo ─performativamente─ que sus víctimas, no son seres humanos, ni tienen derechos fundamentales.

En este contexto, Sendero Luminoso, con la careta de MOVADEF se ha puesto nuevamente a la ofensiva, proclamándose marxistas-leninistas-maoístas-pensamiento Gonzalo, o lo que es lo mismo, alertando, que se están organizando para practicar el terror, el manjar que más deleite le produce al “Presidente Gonzalo”, y ahora mismo se infiltran en los movimientos sociales y ya vienen dinamitando edificios públicos. Y otros terroristas camuflados en la floresta del Amazonas, respaldan a los traficantes de cocaína y asesinan a mansalva, sin debido proceso, ni respeto a los derechos fundamentales, a jóvenes miembros de la policía que persiguen al narcoterrorismo, para quienes no hay ONGs, ni organismos internacionales de derechos humanos.

¿Será posible enfrentar la dinamita con guantes blancos y jueces que se resisten a aplicar la o ley, obligando a que designen jueces sin rostro? ¿O nos rebelamos contra los políticos maquiavélicos y evitamos que el confusionismo capitalice el espíritu vehemente de los jóvenes y MOVADEF los enrole en sus filas?

Las cosas están ya muy claras. El terrorismo odia al estado burgués y consideran al derecho la superestructura que garantiza la estabilidad del estado, pero lo usan en defensa de los “derechos fundamentales” de los terroristas, pidiendo prisión perpetua y el apoyo de los organismos internacionales contra quienes osen enfrentar al terrorismo sin guantes blancos y no solamente con el pétalo de una rosa.

Felizmente el rector de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos ha encabezado una marcha de protesta contra MOVADEF y el Dr. Antonio Díaz Saucedo, Rector de la Universidad Nacional de Educación “Enrique Guzmán y Valle”(lo mismo que su antecesor, Dr. Juan Tutuy Aspauza) viene cambiando a esa universidad que era una especie de cuartel general del terrorismo y en el parlamento se ha pronunciado contra ese movimiento, a diferencia de rectores de épocas anteriores que hasta negociaban con ellos. Esperamos que esta los “grupos de izquierda “no solamente no apoyen al terrorismo, sino que no le hagan el juego armando conflictos con la intención de legitimarse. Cualquier movimiento de este tipo será capitalizado por MOVADEF, la fachada de Sendero Luminoso, como viene evidenciándose en cuanta movilización social se realiza ahora en el Perú.

 

No hay comentarios.: